Cabecera e Politecnica Sostenible
N#04

Ana Iglesias y Luis Garrote (ETSI Caminos, Canales y Puertos) dialogan sobre agua, sequías, cambio climático, y el futuro del agua

Luis Garrote y Ana Iglesias son investigadores ….

Ana Iglesias: Luis, ¿cuál crees que es la situación actual de la gestión del agua en España?

Luis Garrote: Para valorar la situación actual conviene analizar de dónde venimos. La situación actual es el resultado de las políticas públicas de construcción de embalses, que datan de finales del siglo XIX y se pusieron en práctica en el siglo XX. 

En la segunda mitad del siglo XIX se vio que la gran irregularidad espacio-temporal de los recursos hídricos constituía una barrera importante para el desarrollo de las zonas rurales y condenaba a mucha gente a la pobreza. Es la época, por ejemplo, de Joaquín Costa. En aquél entonces los medios técnicos eran muy limitados y los recursos económicos muy escasos, por lo que no se podía hacer mucho para resolverlo. Poco a poco, el país fue creciendo y fue acometiendo objetivos más ambiciosos. Las actuaciones se planificaron en torno a un catálogo de obras que se consideraban esenciales, como las incluidas en el Plan Nacional de Obras Hidráulicas de Manuel Lorenzo Pardo, de la época de la Segunda República. Estas actuaciones se fueron acometiendo durante el siglo XX, en el que se fue incrementando la disponibilidad de agua gracias a la regulación proporcionada por los embalses y otra infraestructura. La disponibilidad de agua creció rápidamente, pero también lo hizo la población. A pesar de la gran inversión que se realizó, la disponibilidad por habitante se ha mantenido aproximadamente constante desde 1970. Se pasó de unos 400 m3/(persona·año) en el primer tercio del siglo XX a unos 1000 m3/(persona·año) en sólo cuarenta años, pero esta cifra no se ha incrementado desde entonces.

Tenemos un sistema de oferta de recursos hídricos totalmente intervenido y sometido a gestión en muchas cuencas. Esto es a la vez una amenaza y una oportunidad

Luis Garrote

AI: Y ahora, ¿qué situación tenemos?

LG: El resultado es que tenemos un sistema de oferta de recursos hídricos totalmente intervenido y sometido a gestión en muchas cuencas. Esto es a la vez una amenaza y una oportunidad. Es una amenaza porque hay un equilibrio muy estricto entre lo que se solicita al sistema y lo que éste puede ofrecer. Como la oferta se consiguió gracias a la intervención humana, oferta y demanda evolucionaron en paralelo. De hecho, hay cierta controversia sobre si los embalses se hacían para atender las demandas o las demandas surgían porque los embalses ofertaban agua. La oportunidad surge porque podemos emplear esta infraestructura hidráulica para lo que queramos. En teoría, se puede hacer lo que se quiera, porque el sistema hidráulico es muy flexible. Evidentemente, cada decisión tendrá sus usuarios perjudicados, porque los recursos son limitados y se pueden reducir en el futuro.

AI: ¿y qué “queremos” hacer con el agua?

LG: En realidad, los objetivos que se persiguen con la gestión del agua han ido evolucionado. Inicialmente, se trataba de producir energía en un contexto de autarquía económica y de proporcionar un modo de vida estable a la población rural a través de la puesta en riego de las tierras. Luego se trató de dotar de agua corriente domiciliaria a la población. Después vino el saneamiento, y posteriormente la depuración y la resolución de los problemas vinculados a la calidad del agua. Todos estos problemas se han ido resolviendo con gran esfuerzo. Ahora no los tenemos en cuenta porque están resueltos, pero en su día fueron retos comparables a la “transición ecológica”. En la actualidad, la gestión del agua en España, como en Europa, gira en torno al medio ambiente, pero también se reconoce que el agua es un factor esencial en determinadas actividades, como el turismo o la agricultura intensiva de regadío, que son motor de nuestra economía, a diferencia de lo que sucede en otros países de Europa. Como economista, ¿tú qué opinas, Ana?

AI: El medio ambiente es muy importante, y es un valor social en alza, pero no se debe olvidar toda la actividad económica que gira en torno al agua. La economía tiene instrumentos de gestión que permiten hacer que el uso del agua entre dentro de los márgenes que se consideran razonables, sin deteriorar el medio ambiente.

LG: Estoy totalmente de acuerdo. Por ejemplo, a partir de un momento histórico (sobre los años 80) se ralentizó el desarrollo de nuevos embalses, fundamentalmente por cuestiones medioambientales, pero también por motivos económicos. Esto coincidió con el descenso de los recursos naturales y el deterioro de la calidad del agua y empezó a crear problemas. En esa época los sistemas de recursos hídricos tenían todavía holgura porque la eficiencia era baja. Eso, tras 40 años, ha cambiado de forma sustancial, porque la eficiencia en el uso del agua es en la actualidad un valor fundamental. Se ha trabajado mucho para mejorar la eficacia, modernizando los regadíos y reduciendo las pérdidas. Ahora hay sistemas donde la eficiencia del uso del agua es muy alta y tienen un equilibrio estricto, por lo que hay ya poco margen de maniobra. En otras zonas la situación es diferente, porque la presión sobre los recursos no es tan alta y la eficiencia sigue siendo comparativamente baja.

 Los nuevos planteamientos de la gestión requieren destinar más agua a proteger el medio ambiente, pero no es fácil hacer eso sin que haya usuarios que se consideren perjudicados.

Ana Iglesias

AI: Claro, uno de los problemas es que el margen de maniobra es pequeño. Los nuevos planteamientos de la gestión requieren destinar más agua a proteger el medio ambiente, pero no es fácil hacer eso sin que haya usuarios que se consideren perjudicados. Hay muchos usuarios de agua con concesiones, que obligan a la Administración a atender estos usos reconocidos. Sin embargo, las concesiones tienen su caducidad y a largo plazo la Administración puede establecer el régimen de explotación que se considere más adecuado. Creo que es un instrumento político bueno, pero también de alto riesgo porque hay usuarios reconocidos con derechos legales. Al final, el bien común es el que manda y a lo mejor hay que tomar esas decisiones duras. Por ejemplo, como consecuencia del cambio climático.

LG: Efectivamente, en el caso del agua, el “cambio climático” ya se ha producido. No estamos hablando de modelos climáticos o de proyecciones, sino de observaciones ya realizadas. Los recursos hídricos en régimen natural han experimentado un descenso significativo en España desde finales del siglo XX. Esto se conoce como el “efecto 80”, que indica una reducción de la media de los caudales circulantes a partir del año 1980. También hay varios trabajos que han analizado evolución de la severidad de las sequías, encontrando que se ha intensificado en los últimos años. ¿Crees que nos tomamos en serio esta circunstancia?

AI: A mí me parece que estos temas preocupan y se están teniendo en cuenta. Las políticas hídricas actuales apoyan una transformación hacia la sostenibilidad. La Directiva Marco del Agua fija el objetivo de sostenibilidad de los ríos y humedales a partir de un sistema de indicadores que permite realizar el diagnóstico de su estado. El objetivo de sostenibilidad de los acuíferos se ha fijado a partir de las variaciones en sus niveles piezométricos y unos parámetros de calidad. Para conseguir el buen estado se aplica un conjunto de medidas, que se definen en los planes hidrológicos. En la gestión del agua, los principales grupos de medidas son de gestión de la demanda y una visión ecosistémica de la oferta como principales instrumentos para lograr la sostenibilidad del uso del agua.  

LG: El éxito de la gestión sostenible del agua no solo depende de los instrumentos adecuados de política del agua que están en marcha, sino de la innovación en las políticas sectoriales para mejorar la gestión. Esto hay que hacerlo teniendo en cuenta que hay muchos usuarios que tienen derecho a derivar agua y dependen de ello para poder realizar su actividad. Es un reto tecnológico que ofrece muchas oportunidades de trabajo en el futuro.

AI: Un enfoque de éxito es el enfoque sistémico que tenga en cuenta todos los usos del agua y todos los servicios que proporcionan los ecosistemas implicados. Al mismo tiempo, es esencial seguir mejorando la coordinación de los organismos hidrológicos, ambientales y agrarios de los distintos niveles de la administración (nacional, comunidades autónomas y entidades locales) para lograr los objetivos comunes y aumentar la transparencia de datos en la gestión del agua. Las medidas que específicas para lograr la sostenibilidad distintos usos del agua se centran en conseguir una viabilidad rural y el buen estado de los ecosistemas acuáticos, manteniendo sus funciones, características y servicios que proporcionan a la sociedad. Luis, ¿cuál crees que será el futuro?

LG: Es difícil adivinar el futuro, pero creo que, en España, necesariamente pasará por el desarrollo de los recursos no convencionales: la reutilización de agua, la desalinización y la recarga de acuíferos son ejemplos de recursos no convencionales, y puede que en el futuro se desarrollen otros que no imaginamos. Estas soluciones requieren una flexibilidad en el sistema concesional y una gestión integrada junto con las fuentes convencionales (aguas superficiales y subterráneas). Hay que integrar estos recursos no convencionales en un marco único junto con los convencionales para que el precio “medio” sea económicamente viable. Es decir, se gestionan conjuntamente los recursos para ofrecer un precio medio del agua que sea viable. Es algo similar a lo que se hace en la electricidad. Toda la electricidad que se produce se ofrece al mismo precio al consumidor, independientemente del coste que tenga la tecnología que ha servido para producirla. Uno no contrata en su domicilio energía nuclear, eólica o fotovoltaica. Hay un sistema que lo integra todo y determina un precio medio. En recursos hídricos la situación es diferente, porque no existe la posibilidad de transporte que ofrece la red eléctrica y hay un sistema de concesiones, pero la idea es similar, y ya se aplica en grandes abastecimientos urbanos, que utilizan agua de distinta procedencia y distinto coste y la ofrecen a un precio único (por ejemplo, en Madrid). Si no fuera así, los nuevos desarrollos urbanísticos tendrían que pagar mucho más por el agua que los barrios tradicionales. Esta forma de operar todavía no se aplica a la agricultura, donde los agricultores deben competir en el mismo mercado, cuando unos prácticamente no pagan por el agua y otros deben pagarla a precio mucho más elevado. Esto reduce el incentivo para desarrollar recursos no convencionales porque son mucho más caros.

Para más información

Iglesias, A., y Garrote, L. (2015). Adaptation strategies for agricultural water management under climate change in Europe. Agricultural water management, 155, 113-124.

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